lunes, 12 de abril de 2010

Mar de ausencia

¿Acaso ignoras al poder furibundo
del océano? ¡Pues tú, que tan bien
lo conoces, te confías ciegamente
a sus ondas! Aunque leves tus anclas
en un mar tranquilo, ¡qué peligros
no te aguardan en la inmensidad del
ponto! y es mayor la zozobra que
espera a aquellos que han violado
un juramento si se arriesgan a cruzar
sus olas; el mar ejecuta el castigo
del perfido, sobre todo cuando ha
lastimado un amor, pues, como sabes,
la madre de los Amores nació
desnuda de las aguas de Citeres.
OVIDIO
He aquí tu mar de ausencia,
he aquí tu mar de siglos.
JAIME SABINES


A ti y a otros naufragios

PRÓLOGO

Mejor muerto
que olvidado.
Mejor seco,
solo...
mejor nada.
Nada en el mar de ausencia
y verás qué mejor.


I

Me decías al oido:
acaso no basta con poner el cuerpo
rodeado de mares que no cruzaremos.

Días y días has llamado a las hormigas,
en medio del olor a cocina y tabaco.

Ahora, pasado el eclipse ya no sabemos ni a dónde vamos,
un pedazo de fuego, una copla sanguínea.
Solamene me ahogo en tu mar,
ese trozo de Mediterráneo,
nicho ecológico de tus ojos.
Casas y casas que nos son tuyas ni mías;
imagina cada cuerpo una casa.
A estas horas, deberíamos habitarnos.


II

Me voy al acantilado
a llorar bajo el influjo
de las olas golpeando las almas.
Sabía que partirías,
todos lo sabían.
Cuando dejabas tu nombre
en la playa, pinchado con un alfiler,
ni el mar podía borrarlo.
Gritas olvido pidiendo alas,
acaso ahogando tu sombra en el silencio.
Ya ni siquiera el alma fresca de los muertos
silban a tus ojos.
Sabíamos que partirías
abordando la veleta del tiempo.
¿Qué hago ahora con tu ausencia
escrita en mi sangre?

 III

Navegarás en tu ausencia
como buscando el tiempo
en trozos de lodo seco.
Sabes que te escribo
con mi sangre,
porque ahora está
como el cemento
fresco de las aceras.

Abriste la compuerta
cuando ya el espacio te esperaba,
y no recordaste
que también hay terremotos
dentro de nosotros.

¿Volverás a colectar los frutos
de la luna eclipsada?

Ya ni las aguas corren a prisa
entre el musgo y tus piernas.

Sabes que en el maremoto de ausencia
perderías hasta tus sueños. 

IV

Y decías que la ausencia
sólo se manifiesta en las rocas.
Cuando pensabas romper el mar
con tus lágrimas
jamás imaginaste que el mar
tiene su propio llanto,
y que cada uno de nosotros
somos exploradores de sí mismos.
Es cuando pregunto:
¿Cómo he seguido vivo?
Tal vez soportando
 las auroras acerbas
sobre mis costillas;
llevando a cuestas
la música de tus muslos
(entre ellos nace 
cada noche un higo abierto)
y tomando entre mis manos
esa espuma de fuego
que emiten las estrellas.

Y decías de la ausencia
que es un dolor de muelas.
Y ahora sabes que ni el agua con sal
cura las heridas del alma. 


V


Nunca hablaste demasiado.
Gustabas de correr por las nubes
y guardar los charcos,
pensando en los días de sed.
¿Por qué tu traje gris, tu mirada
azul, tu alma amarilla?
No recuerdas dónde te vendiste
al demonio, o a Dios, al mejor postor.
No recuerdas nada porque tu memoria
se apagó con el trueno de ayer.
Ya las sandalias seguirán el recorrido:
cargando ahora tu ausencia.

VI

Hacen falta tus ojos en los míos
para que el agua refleje los sueños,
para hidratarme en tu mar de ausencia.

Decías deseo como dice luz el ciego.
Ayer corté rocío de las hojas de un eucalipto
(con ellas se hace un té contra la realidad)
¿De qué árbol cortaste el olvido?

VII


Para la sombra caminas
levantando creencias de las aceras.
¿A dónde crees llegar con tu mochila
repleta de gesticulaciones?
Ayer atacabas, con látigos de agua,
la luna de los ciegos.

Esta ciudad es más amarga
que tus besos, Citeres.
Detrás de cada verso una lágrima,
un escupitajo o un mar.

Y no saber del sueño, es tu profesión,
porque tu voz la hurtó
el arlequín del espejo.
 
VIII


Para volver al agua,
es necesario
-sobre todas las cosas-
hacerse humo como palabras,
sacarse el fuego
y este olor a sangre
empaparlo con las nubes.

Para volver al agua,
hunde a Cronos
en tu cuerpo;
descansa los ojos
sobre las auroras;
sueña gaviotas cruzando estrellas.

Para volver al agua,
caza las olas
libres al viento;
limpia el vacío
de entre tus dientes;
clava el corazón de una mujer
a tu cuerpo, que hurte
en los huesos espectrales.

Para volver al agua
tienes que esperar
a que madure nuevamente
el vientre que te trajo
al mar de ausencia.

IX


¿Qué más puede decirte que el mar?
Cuando sé que caminas
entre calles diáfanas
llevando el tiempo
en los ojos.

En las tardes, la soledd
se vuelve costra
y los vasos con agua
atrapan el beso del escorpión.

Tal vez sería mejor
abandonar las aceras
en el planeta desierto
o aplastar mariposas
con el hacha oxidada.

Cuando el amor acaba
es un universo en expansión.

X


Te he dejado de amar
por la ausencia
que causas en mis ojos.
En las auroras
cada poro de mi cuerpo
te reclama
y las sombras
danzan en tu nombre.
Pese a ello,
te he dejado de amar;
porque tu amor
ya no me pertenece.
Quise nacer de tus muslos
 y morí en tu corazón.
Así es, virgen perpetua
ángel ciego, diosa amarga.
A golpes de agua
arrancabas los cirios
de mi sepultura.
Te he dejado de amar
entre las cenizas
de mi vida,
porque así lo has pedido.
¿Qué espera las aves
sin tus manos?
La muerte, la muerta
a golpes de agua.

XI


Es como decirte agua
cuando digo que he vuelto.
Volví, porque la aurora
ya no viajaba con mi brazo;
volví entre la sequiía
y las palomas dejaron mi sombra.

Y ahora,
después de tantos mares,
después de tantas lunas llenas,
de tantas mariposas ahorcadas,
después de tanto y de todo
me dices: es que siempre fue humo.

1 comentario:

  1. la letra, la pluma y el seso....
    agradable combinación. Aparte el tanguarnis verdad?
    Saludos carnal.

    ResponderEliminar