sábado, 3 de abril de 2010

El penúltimo viaje

De niño viajaste mucho. No apreciaste los espacios en su momento. Ahora te ha quedado un leve aroma, sabores, colores, formas... ojos, muchos ojos tan diferentes hacia adentro y hacia afuera.


¿Recuerdas Veracruz? No pensaste en llegar hasta ahí. De hecho, el plan original era salir de la Ciudad de México y acudir a Chignahuapan, Puebla, pero se quedaron todos dormidos, tú no lo hiciste, pero no sabías dónde bajar. Cuando despertaron, se encontraron a kilómetros del destino ideado. Ni modo, hasta Veracruz. En el puerto, el calor entraba por todos lados, los ventiladores no se daban abasto, tuviste que reforzarlo con un raspado de nanche (a ciencia cierta no recuerdas su sabor, ni su color, pero el nombre se te quedó grabado para siempre). Te ves e la línea del tiempo, hacia atrás, y ves el mar verde, la marea. Veracruz, finalmente siempre te será un tanto distante.

Pero te he mencionado Chignahuapan. No sabes el miedo que te dio cuando supiste que el agua estaba caliente porque ahí iba el diablo a bañarse en las noches. Pero también la alegría al pasar por el rancho de Gaspar Henaine, Capulina, y la incomodidad de ir en un camión de redilas (único transporte público desde el poblado hasta el balneario), apretados como reses, sacando la cabeza o asomando los ojos entre las tablas, nunca tuvo más veracidad, para ti, eso de ¡ora güey! Lástima que no recuerdes la comida pero el paisaje te impresionó: el río en medio de grandes montañas, el vapor subiendo por las coníferas, ¿y el olor a huevo? (No, no seas tonto, no digo olor a fuerzas o la obligación del olor) sino el olor de las aguas termales: un olor a huevo cocido, a azufre... a diablo (fue la noche que no dormiste).

De niño viajaste mucho. No apreciaste los espacios en su momento. Es demasiado tarde, para que lo vuelvas a hacer o siquiera que recuerdes las formas de la tienda de abarrotes de la esquina de tu casa. Las formas que siempre recordarás son las de la hija de la dueña, no hay duda. Pero ya no podrás hacerlo más: mañana te fusilan.


Publicado en Tiempo de Zacatecas, Año 2, Nº 22, mayo 2002, p. 24.

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