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Una tarde de primavera, al llegar del trabajo, encendí la televisión. En el programa llamado "Primer Impacto", transmitían la noticia de un cubano que obligaba a su pareja a realizarle sexo oral. Un día, cansada de tantas vejaciones, de tanto sometimiento, harta de la violencia sistemática, decidió hacerse justicia no por propia mano... si no por propia boca: de una mordida le arrancó el miembro, lo cogió y huyó en el auto, lanzándolo a un costado de la carretera.
El individuo, como pudo, llamó al 911. El auxilio llegó. Encontraron el pene, se lo cosieron y una cascada de ofertas de la industria porno lo hizo famoso y millonario.
Camino a la Facultad, no dejaba de impresionarme la escena. Al llegar, encontré a mis amigos acostados en el césped, disfrutando la sombra de los árboles y planeando la siguiente aventura que nunca se realizaba.
Ese día las imágenes de la nota seguían ocupando mi atención, de tal manera que sólo saludé con un escueto "¿Qué onda?", y volví a mis reflexiones.
Uno de mis amigos se percató de mi silencio y me cuestionó en torno al motivo. Les platiqué el caso, mientras ellos realizaban gestos de dolor, asombro, impresión y escepticismo. Sólo ella, la dama del grupito, miraba con incredulidad. Cuando concluí, las expresiones no se hicieron esperar: "¡Qué gacho!, ¡No manches!, ¡Imagínate!" En medio de todas esas frases admirativas, surgió de una vocecita una interrogativa:
-¿Pero cómo se lo arrancó?
-¿Cómo que cómo? -respondí sobresaltado ante tan absurda pregunta y continúe. Pues de una mordida.
Con curiosidad, más asombro, más incredulidad, reviró:
-¿Y el huesito? ¿Qué no tiene huesito?
A la distancia pasaba su novio, a quien a partir de ese día se le conoció en los corridillos como "El vertebrado".
Publicado en La Gualdra, núm. 9, Suplemento Cultural de La Jornada Zacatecas, agosto 1 de 2011.
Publicado en La Gualdra, núm. 9, Suplemento Cultural de La Jornada Zacatecas, agosto 1 de 2011.
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