OCTAVIO PAZ
sabes, ahora que ya no estás aquí, recuerdo cada momento, cada instante. es verdad, no supe apreciarte y tú siempre dándote, entregándote en cuerpo y alma, en carne y humo (después de todo el alma es sólo humo) tuve tus ojos, tu pelo nocturno, tus vísceras que se contraían cada vez que me acercaba -pensabas que eras mariposas o avispas-, tus brazos, todo. eras pan, agua, eras mesa, silla, cama, ¡perdóname! es que tu sangre aún me empapa y pareciera que tu fémur atravesara mi garganta; aprisionando, enclaustrando este lánguido lamento.
ahora entiendo cuando decías que mis excentricidades terminarían con todo. tus sabios consejos que nacían de tu lengua. cuántas veces amenace con arrancarla pero no, tu lengua era un manjar, golondrina recién salida del nido, cometa. y tus ojos, ¿qué más puedo decir de tus ojos? luz de mar, desearía que dejaran de verme por dentro... perdóname amor.
cuando nos quedábamos solos y hacíamos el amor, nacías de mis muslos; ahora vives en mi, pero es distinto. ¿cómo te olvido? un dolor se cura con cualquier analgésico... pero tu dolor. cómo te olvido si estás presente en mi pensamiento, en mi sangre, en el corazón. me diste todo, incluso tus lágrimas. ya no puedo beberlas.
déjame seguir hablando contigo: sordo, impasible, inconmovible; porque pronto tendré que desecharte; sacarte de mí. sabías que amar es morir, y tu amaste demasiado. tanto que saciaste mi ser, mi apetito, mi instinto antropófago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario