lunes, 14 de noviembre de 2011

Ciudadan@s así, necesita este país.

El jueves 6 de octubre del presente año, acudí con mi familia a una de las funciones en el Teatro Calderón del Festival Internacional de Narración Oral. Durante la función, me encontraba envuelto en las palabras de la guanajuatense que se presentaba, sin percatarme que del pants que llevaba caía mi cartera a la butaca.

Decidimos no quedarnos a la segunda función. En la avenida Hidalgo, casi esquina con avenida Juárez, quise portarme generoso con mi familia e invitarles unas crujientes campechanas (si la sangre llama a la sangre, la fonía llama a la fonía). En ese momento eché de menos la cartera. De inmediato me regresé al teatro. Ya había dado inicio la segunda función. Acudí hacia la fila donde había estado sentado, pero al verla ocupada y a los espectadores tan involucrados con el evento, que me dio pena interrumpir. Salí preocupado, con la imperante necesidad de llegar pronto a casa y cancelar las tarjetas (las cuales en realidad o no contaban con fondos o tenían un crédito pírrico). En la cartera también iban la licencia vencida, la credencial del IFE, y otras identificaciones, además de documentos pequeños diversos, y trescientos cincuenta pesos.

Al llegar a casa lo primero que hice fue tomar el teléfono y reportarme al banco. Publiqué en Facebook, tanto en mi muro como en el grupo “Zacatecas”. Los comentarios no eran nada halagüeños. Mi familia me preguntaba cuánto dinero tenía y yo respondía. Los días pasaron, pero era extraño no poder realizar varios trámites porque no contaba con un documento que avalara mi identidad (ahí supe que tener muchos amigos en el face poco vale legalmente), era extraño no contar con una identidad para las autoridades. Llegó la quincena y un compañero samaritano me cambió mi cheque. Había acudido al IFE, para tramitar una nueva identificación, pero ante la imposibilidad de presentar un documento que les asegurara que yo soy quien soy (y que tampoco me parezco a “naiden”), me pedían acudir acompañado de dos testigos, acta de nacimiento y comprobante de domicilio. No hice nada. Pasaron una, dos, tres semanas, y me preguntaba a mi mismo, ¿en qué basurero habría quedado mi cartera?

Mi amiga Ángeles Valle me invitó a participar en un evento de flamenco, lectura, cante jondo, video. Trabajamos para presentarlo el 4 de noviembre en el ex Templo de San Agustín, como parte del Festival de la Muerte 2011. El evento se anunció, entre otros espacios, aquí, en “La Gualdra”. Como no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague, con emoción estuvimos en San Agustín. Teníamos más espectadores de los que en realidad esperábamos.

Mientras las chicas (Fátima, Ianthé, Casandra y Sofía) del Taller de Flamenco del Instituto Zacatecano de Cultura bailaban, Ángeles me pidió acudir con quien manejaba el sonido (Margarita) para darle una indicación. Al pasar entre el público (después de haber leído en el escenario), se acercó una señora y me preguntó: “¿Usted es el maestro Eduardo Campech?”. Apresurado como lo ameritaba la situación, respondí: -A sus órdenes, sólo permítame unos cinco minutos en lo que termina la presentación y con todo gusto la atiendo.

Una soberbia interpretación de una sevillana daba el toque final a “Lamento y quejío”. Los participantes salimos a agradecer y disfrutar de los aplausos. Entre bambalinas, y entre felicitaciones y autofelicitaciones, me volvió a abordar la señora, quien ahora dijo: “Tengo un mes buscándolo” (inmediatamente pensé en que esa acreedora no la conocía), “soy su lectora. Todos los lunes lo leo en La Gualdra, y tengo algo suyo”. ¡Mi cartera! En ese momento, embriagado por el júbilo y satisfacción de la presentación, sólo atiné a darle un abrazo, un agradecimiento y manifestar mi felicidad y admiración por el hecho. Ahí mismo se encontraba Jánea Estrada, de inmediato le conté lo sucedido y la presenté. La señora Myrna Rivas, me hacía feliz: me entregaba mi cartera con las identificaciones tan necesarias (así me evitaba un montón de trámites burocráticos); me capitalizaba ya que mi quincena se había hecho agua (cortesía de las políticas neoliberales), y ¡conocía a alguien que me lee! Por esos mismos actos, se ganó mi admiración: su grado de honradez (la cartera estaba intacta, cual si la hubiese tirado momentos antes) y su estoicismo para leerme cada semana, son dignos de aquilatar.

PD Señora Myrna Rivas, sé que lee estas líneas, y por este conducto quisiera pedirle que si por favor nos podríamos volver a ver. Tengo una deuda eterna con usted y deseo gratificar el gesto. Me puede encontrar en la Biblioteca Mauricio Magdaleno de lunes a viernes de nueve a quince horas; los martes de dieciocho a veintiún horas, en esos mismos horarios en el teléfono 92 4 05 62 o al correo electrónico. Saludos.

Publicado en La Gualdra, suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, noviembre 14 de 2011.

martes, 26 de julio de 2011

Obsequios

Te voy a regalar el cielo
para que te alimentes
de estrellas y cometas,
para que derrames
las auroras en tus ojos.

Te voy a regalar mis manos
para que las pases por tu cuerpo,
para que las guardes
con tus lágrimas.

Te voy a regalar mi mundo
para que lo tires por la calle,
para que viajes por él
cuando te encuentres sola.

miércoles, 4 de mayo de 2011

El vertebrado

Cursaba entonces el octavo semestre de Economía. Por la mañana trabajaba y en la tarde acudía a la Facultad. El grupo estaba conformado mayoritariamente por varones. Las mujeres, si acaso, llegaban a cinco. Una de ellas era parte fundamental del núcleo de amigos.

Una tarde de primavera, al llegar del trabajo, encendí la televisión. En el programa llamado "Primer Impacto", transmitían la noticia de un cubano que obligaba a su pareja a realizarle sexo oral.  Un día, cansada de tantas vejaciones, de tanto sometimiento, harta de la violencia sistemática, decidió hacerse justicia no por propia mano... si no por propia boca: de una mordida le arrancó el miembro, lo cogió y huyó en el auto, lanzándolo a un costado de la carretera.

El individuo, como pudo, llamó al 911. El auxilio llegó. Encontraron el pene, se lo cosieron y una cascada de ofertas de la industria porno lo hizo famoso y millonario.

Camino a la Facultad, no dejaba de impresionarme la escena. Al llegar, encontré a mis amigos acostados en el césped, disfrutando la sombra de los árboles y planeando la siguiente aventura que nunca se realizaba.

Ese día las imágenes de la nota seguían ocupando mi atención, de tal manera que sólo saludé con un escueto "¿Qué onda?", y volví a mis reflexiones.

Uno de mis amigos se percató de mi silencio y me cuestionó en torno al motivo. Les platiqué el caso, mientras ellos realizaban gestos de dolor, asombro, impresión y escepticismo. Sólo ella, la dama del grupito, miraba con incredulidad. Cuando concluí, las expresiones no se hicieron esperar: "¡Qué gacho!, ¡No manches!, ¡Imagínate!" En medio de todas esas frases admirativas, surgió de una vocecita una interrogativa:

-¿Pero cómo se lo arrancó?
-¿Cómo que cómo? -respondí sobresaltado ante tan absurda pregunta y continúe. Pues de una mordida.

Con curiosidad, más asombro, más incredulidad, reviró:

-¿Y el huesito? ¿Qué no tiene huesito?

A la distancia pasaba su novio, a quien a partir de ese día se le conoció en los corridillos como "El vertebrado".

Publicado en La Gualdra, núm. 9, Suplemento Cultural de La Jornada Zacatecas, agosto 1 de 2011.

miércoles, 27 de abril de 2011

Palabras I

Arturo y Juan Manuel, bibliotecarios zacatecanos, discutían animadamente en la terraza del edificio que alberga la Biblioteca Pública Central Estatal "Mauricio Magdaleno", en Zacatecas, Zac., México. Al verme cerca, Arturo me llamó con la finalidad de desenmarañar la conversación.

-¿Qué significa "osóculo"? -me disparó Arturo en cuanto me integré.

-Es palabra no existe. -respondí tajante.

-¡No, no, sí existe! -insistía-  Dile a este wey que es "osóculo".

La negación de uno y la afirmación del otro no hacían sino divertir a Juan Manuel. Harto del debate estéril, me aventuré a enunciar una definición alegórica e irreverente_

-"Osóculo" -dije- sustantivo, masculino. Dícese de la parte anatómica por donde defeca el oso.

Triunfante, Arturo nos miró a Juan Manuel y a mi, con esa arrogancia que nos gritaba ¡ignorantes!, y secundó su gestualidad con la explicación ilustradora:

-Lo leí en un poema. "Osóculo" quiere decir beso.

Impresionado, sólo atiné a responder:

-Beso es ósculo, no "osóculo".

-¡Ah, sí, sí, así era! Concluyó Arturo y los tres liberamos una sonora carcajada.

jueves, 21 de abril de 2011

Lógica revolucionaria priísta

Mauricio Magdaleno fue un escritor y guionista cinematográfico zacatecano. Murió en 1986 a la edad de 80 años. También en 1986 se inauguraba la Biblioteca Pública Central Estatal, la cual lleva el nombre del ensayista y narrador. Veinte años después, Antonio Torres, entonces director de dicha biblioteca, preguntaba al personal que ahí laboraba ¿quién fue Mauricio Magdaleno?

Arturo Briseño, conductor de transporte colectivo por la mañana y bibliotecario por la tarde, fue el primero en responder:

-Pues el que mandó construir la biblioteca.

lunes, 18 de abril de 2011

Que no somos iguales, dice la gente.

Después de que le hice mi propuesta, la dama se volvió a mi y con indignación me dijo: "Óigame, yo soy una mujer recatada". Sin poder evitar que mi cara se sonrojara, atiné a responder: "Ve, somos casi idénticos, yo soy un hombre reatascado."