martes, 29 de octubre de 2013

El alma negra

Absalón Sánchez Valdivia había adquirido una cámara fotográfica usada y pasada de moda. No pudo resistir a la tentación de perpetuar  un instante. Recordó cuántas lamentaciones lo envolvían por no contar con una de ellas: aquella puesta de Sol, las casas derrumbadas con el temblor, la construcción geométrica de las frutas en el mercado, la risa de Natalia Zaldívar.
Natalia provenía de una familia que desconfiaba de los avances tecnológicos. Nunca se habían permitido fotografiarse porque “les robaban el alma”. Natalia era célebre, además de bella, porque hacía sufrir a sus pretendientes. De ahí que se dijera que tenía el alma negra.
Un sábado, día en que se acostumbraba bajar a San Rafael para realizar las compras semanales, y las muchachas y los muchachos aprovechaban para mirarse y coquetear, la sonrisa de Natalia fue tan amplia y tan natural, que Sánchez Valdivia no lo dudó: cogió la cámara, enfocó el objetivo, e hizo click.

Pedro Zaldívar, padre de Natalia, asestó el golpe preciso con el machete. La cámara cayó haciéndose pedazos. Pedro tomó el rollo fotográfico. Absalón se desplomó como un guiñapo.
Pedro salió de la cárcel a los tres días del crimen. No tuvo abogado de oficio, ni contrató uno. Decía que él mismo haría la defensa, que el destino estaba en sus manos.
Frente al Ministerio Público abrió el cartucho del rollo fotográfico. No apareció imagen alguna. Con convicción y tranquilidad, se dirigió al Ministerio Público y le espetó: -¡Le dije que le había robado el alma a mi hija!, ¡aquí está la prueba!- mientras extendía el rollo velado.
Es por ello que, como acto de penalización, Absalón fue sepultado en un ataúd negro.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, noviembre 18 de 2013.

jueves, 24 de octubre de 2013

La maestra Lupita


Doña Lupe de ochenta y cuatro años de edad alguna vez fue niña. No estuvimos en sus primeros pasos, ni en su primera palabra (una de las tantas razones que festejamos a los pequeños: el habla). Tampoco estuvimos en la realización de sus primeros trabajos. Pero la historia, esa que en ocasiones tuve oportunidad de escuchar de viva voz y otras a través de terceros, está ahí. Historia oral, historia reflejo de la ipseidad nuestra de cada día.

Doña Lupe no fue a la escuela. Esa gracia la tuvo una hermana mayor. Pero a fuerza de tesón e inteligencia fue autodidacta. Así aprendió (y aprehendió) las letras, sus múltiples combinaciones que generan el festejo referido (la palabra), que nombran y dan existencia al mundo, que conforman nuestra personalidad. Así fue organizando, poniendo, quitando, números. Supo de la raíz en el barbecho y de la raíz cuadrada. Supo, sin acudir a la escuela y, mucho menos, sin recibir un aprendizaje en base a competencias, que el aprendizaje de los libros es para la vida.

Doña Lupe, en algún momento pasó a ser la maestra Lupita. Esa a la que los maestros trabajadores de la educación formal, buscaban para canalizar a sus alumnos, principalmente los que más “atrasados”. La maestra Lupita alfabetizó a sus hijos y a sus nietos. Pero también a decenas de hombres y mujeres que pasaron por su aula, -un pequeño cuarto de tres por tres metros, lleno de niños, oloroso a viruta de lápiz, pan, aromas acres, papel, y tapizado por la algarabía de cada uno de los asistentes-. El paisaje era adosado por los clásicos libros Rosita y Juanito, Mi libro mágico y un título más que escapa a mi memoria, pero cuyo autor era Gregorio Torres Quintero.

Dicen que los vecinos se quejaban. En tiempos en que la piratería no era un tema cotidiano, la maestra Lupita se atrevía a abrir un espacio educativo sin reconocimiento oficial, ¿cómo era posible que ella, que ni la primaria cursó, se ostentara como maestra y permitiera que así se le identificara? Dicen que la inconformidad llegó a oídos de aquel que prometió defender la moneda como un can. El mandatario, lejos de sancionarla, le envió una felicitación: mexicanas así, comprometidas, necesita la nación (y las sigue necesitando).

A ella agradezco la llave de la lectura. Ella me alfabetizó, el gusto por la práctica vino muchos años después, de forma tal vez azarosa. En sus clases la mente adquiría porosidad, el aprendizaje ingresaba inusitadamente, se adhería por los siglos de los siglos. Quien algo aprendía allí, aún lo sabe. El arte de sembrar, adquirido en la remota infancia tlaxcalteca, lo trasladó al papel y lápiz.


No sé si ella llegue a leer estas líneas. No sé si alguna palabra de las escritas aquí llegue a hacer eco en esa mente que paga facturas de la edad. No sé cómo homenajear a mi abuela de modo distinto a hacer lo que ella me enseñó.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, septiembre 9 de 2013.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Viaje a la Sierra Gorda III

Pablo nos indica que estamos cerca de Jalpan de Serra, sólo debemos pasar Ahuacatlán. El camino será descendente y menos sinuoso de lo que ha sido. Nos despedimos de Pablo haciéndole la recomendación que tuviera cuidado en la mina de mercurio. “Es lo que hay, patrón”, -dice volviéndose a la caseta que hace las funciones de taquilla.

Ahora hay que volver a la terracería para volver a estar sobre la carretera. En el pequeño trayecto hay grupos de mujeres cortando y cargando leña. Los hombres están en la mina. El camino es tal como lo dijo Pablo, en veinte minutos estuvimos en Jalpan de Serra. La imagen de la presa nos decepcionó. En las fotografías de internet se veía más imponente. Después nos enteramos que no había llovido como en Zacatecas.

La iglesia de Jalpan es majestuosa. Comparte con nuestra Jalpa el parecido del nombre y del clima. La señorita que atiende el módulo turístico se portó muy atenta. La localidad ofrece una serie de atractivos como son arquitectura colonial, construcciones prehispánicas, ecoturismo. A casi dos horas de ahí se encuentra Xilitla. Es mágico y alucinante lugar. La desilusión me la llevé cuando no encontré un solo disco original de huapangos.

Cerca de Jalpan está Concá. Otra misión franciscana. En los folletos aparece como atracción, el “Árbol Milenario”. Interrogué a un pequeño en torno a tal espécimen y su importancia. La respuesta fue contundente: -Es un árbol que tiene muchos años. Nadie más me supo dar información.

En Querétaro, en Zacatecas, en todo el país, uno puede ser testigo de la cultura del esfuerzo, del trabajo, del arraigo. Pero también los muros, testigos de pasadas campañas presidenciales, promesas huecas, electoreras, campañas hijasdeputa que llevan al poder a gente que se olvida de nosotros.


Las comparaciones son odiosas, pero también inevitables. Principalmente cuando vemos la educación vial que existe en la capital queretana, su limpieza, los servicios (allá, hay camiones urbanos con conexión Wi-Fi, aquí, pedimos llegar íntegros a nuestro destino). Sólo hay un negrito en el arroz: a los indígenas se les impide vender sus artesanías en la vía pública, sólo lo tienen permitido después de las diez de la noche. Ignoro si esa disposición está reglamentada o sólo es ocurrencia de alguna autoridad.

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, agosto 26 de 2013.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Viaje a la Sierra Gorda II


En San Joaquín, pruebe el licor de manzana. De hecho, en Bernal, venden “cerveza de manzana”. El municipio es anunciado por el gobierno del estado queretano, como el primer municipio en el país que brinda los servicios públicos básicos a todos sus habitantes. En este mismo lugar hay otra zona arqueológica: Las Ranas, igual de imponentes que Toluquilla.

El destino es Jalpan de Serra. Por ello volvimos a tomar los poco más de sesenta kilómetros de curvas hasta la carretera que une Cadereyta y Jalpan. Después de estar en la zona boscosa ya descrita, se desciende hasta el semidesierto. Las curvas no terminan, se extienden en el camino en medio de cerros y altitudes blancas, cactáceas y rocas. Estamos en el municipio de Peñamiller.

La carretera deja de ser de dos carriles y se amplia un poco, es un corto tramo. Nuevamente cambia la vegetación y el paisaje. Poco a poco la vegetación y el paisaje vuelven a cambiar. Otra vez nos encontramos con paisajes maravillosos, angostos carriles y uno que otro tráiler cargado de madera que hace más lento el viaje.

Un señalamiento indicando la desviación, a la izquierda, para estar en la Puerta del Cielo, es indicio de que pronto aparecerá Pinal de Amoles. Pueblo minero, enclavado entre montañas de bosques. La población es amable y atenta, como lo es en general el pueblo queretano. ¿Llegó con hambre? Busque donde probar la deliciosas enchiladas serranas. Partiendo de Pinal de Amoles, puede trasladarse a varios puntos del municipio, y hacer turismo de aventura y ecológico.

Volvemos a tomar el trayecto a Jalpan. El viaje parece que inspiró una canción de The Beatles: The long and winding road. Buscamos la desviación hacia una cascada conocida como “Puente de Dios” (en San Luis Potosí hay otra). Justo a mitad de una curva cerrada, sin señalamiento previo aparece una flecha indicando que el lugar está a la izquierda. Por tal motivo, el acceso es realmente peligroso.

Para llegar a contemplar esa maravilla de la naturaleza, hay que descender unos cinco kilómetros en terracería, hasta llegar al Río Escanela. Ahí nos reciben un grupo de niños que se ofrecen a cuidar el carro. Al lado de una mina se encuentra la taquilla. Pablo será nuestro guía hasta el lugar deseado.

Caminamos unos dos y medio o tres kilómetros, y estamos en el “Puente de Dios”, una hermosa cascada en una cueva. El trayecto es en ascenso. Hay que cruzar el río unas tres veces. Por eso es recomendable llevar zapatos para tal ocasión o estar dispuesto a dejar en esas tierras sus mocasines (así le sucedió a un visitante).


Pablo nos cuenta que trabaja en una mina de mercurio. La mina que vimos es de plata. Uno de los niños que cuidan los autos me ofrece una piedra de plata. Le muestro la placa del vehículo y pregunto si sabe que en Zacatecas está la mina de plata más grande del mundo. El pequeño abre los ojos, tratando de que la imagen creada en su imaginación sea capaz de entrar en los glóbulos oculares. Pablo es un joven de no más de veinte años. Le comento de lo peligroso y costoso que es el mercurio. Dice que gana ciento cincuenta pesos por día en la mina. De guía, cien por viaje…

Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, 19 de agosto de 2013.

Viaje a la Sierra Gorda I

La idea surgió cuando al leer una revista de México Desconocido apareció la Sierra Gorda de Querétaro. Es así como arribamos a la ciudad capital de ese estado: Santiago de Querétaro. Espacio colonial muy similar a Zacatecas por su arquitectura e historia novohispana. De hecho existe una leyenda de una mujer que mandó asesinar a su rico y anciano esposo, para quedarse con su riqueza. Esta mujer se conoce como La Zacatecana. Su casa es ahora un hermoso museo.

A cuarenta minutos de la capital se encuentra el pueblo mágico de Bernal, custodiado por su imponente peña, un monolito que es el tercero más grande del mundo. El poblado es pintoresco por sí mismo. Uno pude subir a la peña. En vehículo hasta sus faldas, más arriba a través de un rústico camino que se pierde entre la vegetación. Aunque el ascenso pueda ser cansado para más de uno, la perspectiva es fabulosa.

A escasos veinte minutos de Bernal nos encontramos en Cadereyta de Montes. Para el turista sin referencias históricas este lugar podría llamar su atención por su barbacoa (la cual sé que es muy publicitada, pero no pude corroborarlo) o por las tres iglesias que comparten una misma plaza. Sin embargo, si aborda el tranvía turístico la explicación de la guía le ampliará y enriquecerá la visión, además de llevarlo por rincones del poblado. A propósito de la cercanía de la fenaza, en Cadereyta los espectáculos de la Feria son gratuitos.

Nuestra travesía nos llevaría a San Joaquín. El mapa estimaba poco más de sesenta kilómetros. Ese trayecto se presenta a través de una angosta carretera con muchas curvas. El paisaje cambiará del semidesierto al bosque de coníferas. Habrá oportunidad de pasar al lado de una mina de mármol. Para quien viaja por vez primera en este destino, el camino puede parecer eterno. Se recomienda que el conductor no tema a las alturas, o en su defecto, evite volver la mirada a los desfiladeros que se extienden a un costado de la carretera.

Unos kilómetros antes de llegar a San Joaquín, tome la desviación a Toluquilla, y déjese impresionar por los vestigios de ese asentamiento minero prehispánico. En la época de su esplendor se extraía de ahí almagre, cinabrio y mercurio. Toluquilla es la zona arqueológica más grande del estado queretano. Por el camino, tanto a San Joaquín como a este sitio, le ofrecerán manzanas, no pierda la oportunidad de consumir unas frutas jugosas y con gran sabor.

Poco después, unos cien metros, de la desviación a Toluquilla, el viajero encontrará las Grutas de Herrera. Caprichosas esculturas formadas a través de los siglos por la naturaleza. Por treinta pesos usted tendrá derecho a ingresar a este museo pétreo.


San Joaquín es pequeñito, desde el mirador se aprecia un pueblo minero, pintoresco, tranquilo. Con unos paisajes extraordinarios. También es sede de dos importantes festivales: uno de rock y oro más de huapangos. Estando ahí no deje de visitar el museo comunitario.

lunes, 26 de agosto de 2013

Cien

Eduardo Campech Miranda

El número cien me parece, después del siete, un número enigmático, emblemático. De alguna manera recuerda a los castigos escolares: -Escribe cien veces en tu cuaderno, “debo cumplir con la tarea”. A partir de ahí Cien fue siempre algo inmenso, inconmensurable. No sé si porque no tenía bien afianzada la noción de cantidad o porque al momento de dormir contaba borregos y quedaba atrapado en los brazos de Morfeo, mucho antes de llegar a cincuenta. Cien también era la imagen de Carranza en tono morado. Imagen que sumaba cinco veces la de Morelos azulada.

Con el paso del tiempo el cien iba cambiando de dimensión. Cien metros ya no eran tantos (ni tampoco los cien pesos, y eso que aún no le quitaban los tres ceros a nuestra moneda). Eran cien horas las que Calamaro pasaba bajo la lluvia y mucho amor el que sentía para aguantar tal suplicio. Cien años de soledad era mi destino con los libros. Cien sonetos de amor el plagio de Mario Jiménez y de un servidor. Cien veces cien las voluntades de aquel septiembre negro. Cien veces, decía mi madre, me decían que ordenara mi habitación, mismas cien que me preguntaba ¿en qué momento las contó?

Cien también es el límite de las fatalidades y el parámetro para los tontos que las aguantan. Si Chabela Vargas se tomo todo el tequila, entonces es de suponer que había más de cien litros. Rubén Fuentes pensaría en la amada cien años, claro, si los llegaba a vivir. Con cien latigazos se castigó a una joven abusada sexualmente en las Islas Maldivas. Duncan Dhu se pregunta a dónde irán cien gaviotas. La compañía telefónica nos ofrece cien minutos “gratis” a celulares (aunque esa gratuidad venga incluida en otros conceptos). Cien veces, o más, vi a los telettubies en la primera infancia de mi hijo.

Cien pasos ya es película y no sólo una medida de longitud. Cien años de revolución olvidada, aún con sus Cien días que conmovieron al mundo. Cien orgasmos diarios tiene una mujer británica. Cien días el primer pretexto gubernamental para hacernos creer que las cosas cambiaron. Cien, cien, cien. Cien mentiras (aunque hay más) que valen la pena nos dice aquel poeta, el cual también aconseja, que si queremos vivir cien años, no vivamos como él.


Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, marzo 13 de 2013.