domingo, 4 de abril de 2010

Crisalidario

I


Cuando hacemos el amor
nace de tu boca el agua;
crecen en tus senos nubes;
abrigas en tus muslos orquídeas
que florecen en tu sexo
y echan a volar
hacia mí, como mariposas.

II


Tienes una selva entre tus muslos,
no sólo refugia
al encapuchado
suele dar asilo
a hojas de arco iris.

III


Me dices que si desnudas el alma
te recorre un frío inexorable
de la cutícula hasta los tejidos capilares.
Por eso no escribes,
por ello no lees poesía.
Temes reconocerte en el espejo literario,
tiemblas al pensar
que tu vida sea perpetuada en un graffiti
sobre rosada cantera.

Mientes, mientes porque a diario
buscas proyectos de vida
en el lado oscuro de la cama,
porque a diario
quisieras ser árbol, banca, césped... lecho,
para desmentir a los estúpidos enamorados;
quisieras ser nube, aire, agua, vida,
para estar en todos y en ninguno,
para disfrutar caricias imperceptibles.

Por la calle sobre adoquines alineados y sordos,
tus pasos creen llegar a tu espíritu.
¡Tonta!, escoges el camino más obvio,
si el monte no se llamara Calvario,
cualquiera ascendería.

Ahora sabes, tendrás que navegar
"en el mar que derraman tus ojos".
Eso no te lo dijeron ni tu madre,
ni las monjas, no lo saben.

Para hacerlo no bastan tus brazos,
o los pulmones, o las piernas,
¿Has visto cruzar el Hades a un muerto nadando
en estilo mariposa?
Más fácil, cruza la mariposa nuestra muerte
como estando en el Hades.
La muerte nos cruza a cada instante
y nadie hace escándalo.

Publicado en Tierra Adentro Nº 79, abril-mayo de 1996, p. 70.

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