Eduardo Campech
Miranda.
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Después de dos frustrados
intentos, vuelvo al papel. Estas líneas me han sido más difíciles que hacerles
la carta a los Reyes Magos. Confieso que intenté escribir en torno a la
concepción del Ser Supremo en Platón, pero mis tres pelos de tonto lo han
impedido. También consideré realizar una disertación de los triángulos, aunque
mi experiencia se remite a los de tintes amorosos solamente. Por eso prefiero
un cuarto a un tercio, pero sí un trío a un cuarteto. Pero volvamos al texto y
no a confesiones personales, las cuales, dicho sea de paso, son problema de
dos, de tres ya es chisme.
Me encomiendo a la Santísima
Trinidad y mis dedos vuelven al teclado, intento ser crítico literario: “¡Ah!
Vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose,/lento juego de luces, campana
solitaria,/crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,/caracola terrestre, ¡en ti
la tierra canta!”, el poema Tres de Pablo Neruda ha sido opacado,
principalmente, por los poemas Quince y Veinte…
¡Tantas cosas con relación al 3 y
no logro hilvanar tres ideas!: The Three
Stooges, Los Tres Cochinitos y el Lobo Feroz, Los Tres Mosqueteros, Los
Panchos, Los Tres Caballeros, The Police,
los tres deseos que se piden al genio o Los Tres Pelos de Oro del Diablo,
Fernández-Figueroa-Magdaleno. Me quedo con los deseos: 1) Abordar el metro de
la Ciudad de México en Universidad y bajarme hasta Indios Verdes, en un vagón
sólo para mí, en horas pico; 2) resolver, sin calculadora, una raíz cúbica y 3)
que todos mis deseos se tripliquen por siempre.
Recuerdo que cuando niño jugaba
futbol, los defensas siempre pelábamos por el número tres. Ese mismo que
portaba Fernando Quirarte en la espalda. Algunas ocasiones lo obtuve, otras, me
tuve que conformar con el que me asignaban. Ese número era el objeto del deseo,
movíamos agua, tierra y aire con tal de conseguirlo. Ofrezco disculpas a mis
tres lectores, la inspiración y las musas, me han negado tres veces.
Publicado en "La Gualdra", suplemento cultural de La Jornada Zacatecas, junio 2 de 2014.
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