Eduardo Campech Miranda
El número cien me parece, después
del siete, un número enigmático, emblemático. De alguna manera recuerda a los
castigos escolares: -Escribe cien veces en tu cuaderno, “debo cumplir con la
tarea”. A partir de ahí Cien fue
siempre algo inmenso, inconmensurable. No sé si porque no tenía bien afianzada
la noción de cantidad o porque al momento de dormir contaba borregos y quedaba
atrapado en los brazos de Morfeo, mucho antes de llegar a cincuenta. Cien
también era la imagen de Carranza en tono morado. Imagen que sumaba cinco veces
la de Morelos azulada.
Con el paso del tiempo el cien
iba cambiando de dimensión. Cien metros ya no eran tantos (ni tampoco los cien
pesos, y eso que aún no le quitaban los tres ceros a nuestra moneda). Eran cien
horas las que Calamaro pasaba bajo la lluvia y mucho amor el que sentía para
aguantar tal suplicio. Cien años de
soledad era mi destino con los libros. Cien
sonetos de amor el plagio de Mario Jiménez y de un servidor. Cien veces
cien las voluntades de aquel septiembre negro. Cien veces, decía mi madre, me
decían que ordenara mi habitación, mismas cien que me preguntaba ¿en qué
momento las contó?
Cien también es el límite de las
fatalidades y el parámetro para los tontos que las aguantan. Si Chabela Vargas
se tomo todo el tequila, entonces es de suponer que había más de cien litros.
Rubén Fuentes pensaría en la amada cien años, claro, si los llegaba a vivir.
Con cien latigazos se castigó a una joven abusada sexualmente en las Islas
Maldivas. Duncan Dhu se pregunta a dónde irán cien gaviotas. La compañía
telefónica nos ofrece cien minutos “gratis” a celulares (aunque esa gratuidad
venga incluida en otros conceptos). Cien veces, o más, vi a los telettubies en
la primera infancia de mi hijo.
Cien pasos ya es película y no sólo una medida de longitud. Cien
años de revolución olvidada, aún con sus Cien
días que conmovieron al mundo. Cien orgasmos diarios tiene una mujer
británica. Cien días el primer pretexto gubernamental para hacernos creer que
las cosas cambiaron. Cien, cien, cien. Cien mentiras (aunque hay más) que valen
la pena nos dice aquel poeta, el cual también aconseja, que si queremos vivir
cien años, no vivamos como él.